Si eres capaz de ir controlando el desarrollo de la mano, conseguirás que el número de errores que puedas cometer sea mínimo, mientras que a la par haces que aumenten las posibilidades de error de tus contrincantes. De esta forma conseguirás “manipular” las posibilidades de éxito para ponerlas a tu favor.
Hay cuatro maneras diferentes mediante las que un jugador de póker puede conseguir el control de la mano:
- Posición: Tu ubicación en la mesa de juego es muy importante porque dependiendo de tu posición tendrás más o menos posibilidades de controlar el juego. Podemos decir, de forma muy simple, que hay tres tipos diferentes de posiciones en el juego: primeras, intermedias y últimas. Ten en cuenta que si estás en las últimas posiciones podrás controlar mucha más información sobre el resto de los jugadores que si estás entre las primeras posiciones.
- Atacar: El jugador que se convierte en el “agresor”, es decir, el que decide actuar desde el principio va a ser el jugador que tenga el control de la mano. Este control sólo se podría llegar a perder si uno de los adversarios decide utilizar cualquiera de las dos estrategias que definimos a continuación.
- Meter miedo: Si consigues que el resto de los jugadores de la mesa te teman, siempre vas a tener el control de la mano que estás jugando. Incluso si uno de los jugadores decide adoptar el rol de agresor (lo que le debería dar, teóricamente, el control de la mano), siempre puedes llegar a quitarle el puesto utilizando como arma el miedo que te tienen el resto de los jugadores.
- Información: El jugador que maneja una mayor cantidad de información durante el desarrollo de una mano siempre será el que tenga un mayor control de la estrategia de cada participante y de lo que está ocurriendo en la mesa de juego.
Puedes ser el jugador más temido o puedes convertirte en el agresor, pero si uno de los jugadores tiene una mano muy buena y no te has dado cuenta, él te va a llevar ventaja.
Como habrás podido comprobar con la lectura de las cuatro estrategias, el último modelo es más importante que el tercero, el tercero más destacado que el segundo y así sucesivamente.
La mejor forma de tener el control de una mano es tener toda la información posible e intentar que la información que manejas no la tengan tus adversarios. Cualquier cosa que no sepas va a ser un agujero por el que puedes perder el control.
La verdad por delante pero en el póker… hay que saber mentir
Cuánto más controlada tengas una mano…mejor. Pero si el resto de los jugadores de la mano se dan cuenta de que tienes el control total de la mesa de juego, no vas a poder “convencerles” de que aumenten sus apuestas para que tú te lleves una mayor cantidad de dinero a casa.
Por ello debes también controlar que el resto de los jugadores crean que son ellos los que tienen el control de la mano, mientras que eres tú el que llevas la delantera.
Si uno de tus adversarios cree que tiene el control, no va a tener miedo de lo que tú puedas llega a hacer en la mesa de juego. Si consigues llegar a ese punto en el que hagas creer a otros jugadores que tienen el control, pero eres tú el que de verdad está manejando toda la situación, será el momento en el que consigas llevarte grandes botes y mucho dinero.
Por ejemplo: imagina que estás jugando en un torneo en un Full-Ring un 1$ / 2$ No-Limit. Recibes un 8 de corazones y un 8 de picas y estás en una posición intermedia. Después de que tu posición se relance a 15$ estás a punto de volverte más agresivo.
Dos jugadores van y se ve el flop. Eres el jugador que más fichas tiene, unos 600$, y el crupier tiene casi 450$. El premio es de 48$ y el flop es nueve de picas, cuatro de corazones y nueve de tréboles. Aunque no es el mejor flop para las cartas que tienes, tampoco es malo.
La única pareja que puede preocuparte son dos dieces, ya que sabes que nadie tiene una pareja superior porque, si alguien hubiese superado la pareja de dieces no habría ido, sino que habría incrementado la apuesta.
Existen muchas manos en las que se puede incluir un nueve y con las que los jugadores decidirían jugar, pero desde un análisis estadístico es poco probable que esto ocurra. Después de este análisis puedo pensar que tengo la mejor mano de la mesa, por lo que apuestos 30 dólares más.
El primero de los jugadores se retira y me encuentro en un heads up con el crupier, que suspira y dice “sé que tengo que ir”.
Después de ver su comportamiento estoy seguro al 100% de que tenía un nueve y hasta me atrevo a apostar que tiene un as y un nueve. En este momento nosotros contamos con una información crucial que nos pone por delante de nuestro adversario y es que sabemos su mano y la nuestra, mientras que él sólo conoce su mano. Tenemos más información y, además, somos los agresores por lo que tenemos el control de la mano en todos los sentidos.
El bote está ahora en 108 dólares y el turno pasa al ocho de picas. Hemos tenido una buena racha y ahora sabemos exactamente las cartas de nuestro contrincante, mientras que él sigue sin tener idea de las cartas que tengo yo. Sabemos que estoy a la cabeza, pero también que el otro jugador piensa que es él el que tiene la mejor mano. Seguramente nuestro adversario esté pensando que me tiene atrapado y que voy a caer en su trampa. Es decir, el jugador al que nos enfrentamos cree que es él el que tiene el control de la mano, por lo que lo más probable es que se sienta seguro e invulnerable.