Todo tipo de historias sobre las bad beats (esas manos en las que eres derrotado por un jugador que tenía una mano más débil que la tuya) han sido debatidas y puestas sobre la mesa en infinidad de foros y libros relacionados con el póker.
Hasta tal punto que parece que ha surgido un cierto consenso en el mundo del póker al respecto de los jugadores que se ven en este tipo de situaciones. Algo por lo que, antes o después, pasan todos los amantes de este juego de cartas.
Cuando alguien tiene una bad beats, y tú no eres ese jugador, no sientes ninguna lástima por tu contrincante. Pero hay una historia algo más profunda en el tema porque quejarte sobre tu mala suerte en la mesa de juego puede acabar siendo contraproducente para ti, haciendo que se quede contigo
El tema de la lástima podríamos decir que es obvio, porque nadie se preocupa de cómo te sientes. Todo el mundo que ha participado en partidas de póker ha pasado por esa situación y lo han superado así que dan por hecho que en tu caso va a ser lo mismo y no van a compadecerse de ti. El problema aparece cuando te encuentras con ese típico jugador al que le encanta contar sus batallitas y que no deja de repetir las mismas historias una y otra vez sobre las veces que ha sufrido un bad beats.
En este caso, lo mejor es, cuando alguien te venga a contar lo que le ha pasado por enésima vez, utilizar dos frases. O bien puedes decir algo así como “tu historia sobre tus bad beats me han impresionado mucho, nunca había oído nada igual. Tienes mi apoyo pero, por favor, no me la repitas más veces y deja de molestarme”. Si esta no te gusta, también puedes usar algo parecido a “lo siento mucho pero creo que me has confundido con otra persona. Tu historia no me importa una mierda así que igual puedes ir a buscar a alguien al que le importe un carajo”.
Pero este aspecto no era la principal idea a la que quería llegar. El tema está en que dentro de las bad beats hay mucha psicología, tanto desde la parte de la persona que cuenta las historias como desde las reacciones de las personas que las escuchan. Por ello vamos a analizar dos situaciones que pueden darse en la vida real.
Caso 1
Una persona cualquiera se ve golpeada por una desgracia y pierde su casa y su coche por el paso de un tornado. En este caso muchos van a sentir pena de lo ocurrido y las personas van a mostrar su empatía. Vecinos, amigos y extraños van a intentar ayudar y apoyar a la familia y el afectado puede quejarse de la injusticia que ha tenido lugar y de lo desgraciado que es. Nadie duda de la sinceridad de nadie porque nadie quiere pasar por ese tipo de situación.
Caso 2
Una desgracia se ceba con un miembro de un grupo discriminado, como ocurrió cuando el huracán Katrina asoló Nueva Orleans. La parte pobre de la ciudad fue la más afectada y al principio la sociedad mostró su apoyo. Sin embargo, las quejas sobre la injusticia que había tenido lugar ya no eran tan bienvenidas como en el caso anterior, sino que empezaron a aflorar los prejuicios y los recelos. Esta reacción de la sociedad ante el dolor y el sufrimiento dejó a mucha gente sorprendida.
Sin embargo, no fue el caso de los psicólogos, que saben que los grupos discriminados pocas veces obtienen apoyo pero sí sufren los mayores abusos. Cuando no nos gustan las personas que sufren, nos da igual lo que las pase. De hecho, un estudio de Roland Imhoff ha puesto en evidencia que este tipo de sentimientos también aparecen incluso cuando en un principio no hay sentimientos negativos hacia aquéllos que están sufriendo.
Aunque parezcan historias que no tienen relación con el póker, se pueden relacionar fácilmente con las bad beats.
Los llorones que sólo saben quejarse de sus bad beats al final son tratados como una minoría a la que se discrimina. Aunque deberíamos sentir empatía por ellos, en el fondo los vemos como personas débiles que no han aprendido todavía muchas de las lecciones que se aprenden en el póker, así que se merecen lo que les pasa.
Por ello, los jugadores que se sienten acorralados y que se quejan mucho de su mala suerte, acaban convirtiéndose en auténticos lobos dispuestos a hacer sufrir a sus presas. Y en el mundo del póker acabar con este tipo de situaciones es muy sencillo: Deja de lloriquear y no cuentes más historias relacionadas con tu bad beats. Cuanto más te quejes, más odio te cogerá la gente, más intentarán hacerte pasarlo mal y más dañarás tu imagen.
Ahora bien, hay algunos jugadores muy inteligentes que utilizan los llantos adrede para provocar a los jugadores y sorprender con una reacción inesperada, pero son muy pocos los que salen beneficiados de este tipo de estrategia. Por ello lo mejor es que te centres en el juego y que dejes las penas en casa.